HOY NO FÍO, MAÑANA SI
Parecería
este el rótulo de una tienda de barrio apostada cerca de la esquina, con
caramelos y legumbres para la vecina que debe comprar junto a su casa. Pero no.
Es la leyenda que queda en una vieja refrigeradora de la cocina comunal en la
que fue la escuelita Luis Góngora Salvarrìa en el recinto Paraíso Pita, ubicado
en el límite entre Santo Domingo y El Carmen.
Uno se
llena de un gusto especial llegar a ese caluroso lugar, con una inmensa cancha
en donde todavía permanecen los dos pares de arcos, seguramente ahí se
celebraban durísimos partidos de fútbol en el recreo. Recorro las aulas
abandonadas y me estremece recordar el eco de las voces de 120 niños que
estudiaban en la escuela. Una institución que nació por el empuje de sus padres
de familia y la comunidad. Me cuenta un padre de familia que me acompaña, que
construyeron 5 aulas, tenían agua suficiente de pozo profundo y con bomba succionadora,
energía eléctrica, un laboratorio de computación con 10 equipos, trabajaban 5
profesores fiscales y atendían desde el inicial hasta la educación básica.
Contaban
además con una cocina bien equipada, con refrigeradora, mesas y sillas para
servir a los niños el almuerzo escolar hasta que ya no recibieron. Luego, se convirtió
en el bar y de ahí el letrero en la refrigeradora, por si a alguien le daba
antojo de fiar. Ahora, todo está vetusto, su falta de uso ha oxidado lo que con
tanto esfuerzo compraron en la comunidad.
Pero, ¿qué
pasó? ¿Por qué tanta desolación? ¿Hubo una peste o se fueron de ese lugar
todos? Nada que ver. Es la aplicación absurda de las nuevas políticas de
gobierno, del Ministro de Educación y del sistema, que fusiona las
instituciones creando hacinamiento escolar en infraestructuras que servían para
pocos y ahora deben soportar el triple.
Es este
sistema cruel que no le importa la suerte de los estudiantes de las escuelas de
la comunidad campesina, que procura la urbanización de todo y por lo tanto el
abandono del campo, destruyendo el tejido social, la organización para luchar
por sus derechos y obligando a salir y formar nuevos cinturones de miseria.
Es la
historia de 120 estudiantes de esta escuela, de los cuales la mitad salieron a
las escuelas de El Carmen y los otros simplemente se quedaron sin ninguna
oportunidad de estudiar, es decir serán los próximos analfabeta, mano de obra
barata, esclavos sin porvenir porque nunca aprendieron nada más que a agachar
la cabeza para labrar el campo.
Es la
historia no solo de esta institución, sino de muchas escuelas rurales cerradas
en el país, a pretexto de modernización, cerrando la única oportunidad de
aprender en el mejor laboratorio de vida que es el campo, pero también aprender
las ciencias sociales, la matemática y los saberes que les darán armas para
exigir derechos.
¡Hasta cuándo
estaremos quietos ante la injusticia? ¿Quién defiende los derechos de estos
estudiantes? Por supuesto que seremos nosotros mismos, la comunidad, la
colectividad, los que nos identificamos con ellos. La vida trae problemas y también
caminos. Y por supuesto que uno de ellos, el más valioso es la unidad y la
lucha.