miércoles, 31 de mayo de 2017

VIAJE POR TRANSPORTE URBANO CON PAQUETE INCLUIDO

Si amaneció medio aburrido, con pocas ganas y tiene que ir a trabajar sin ánimos ni emoción, le aconsejo que se embarque en un paseo inolvidable, donde sentirá adrenalina pura y en más de una ocasión verá la muerte por delante.

Suba en un bus de transporte público, no importa el nombre de la empresa o cooperativa; abórdelo por ejemplo en la Vía Quevedo y Juan Montalvo  (me olvidé que le cambiaron de nombre), con las justas pone un pie en el estribo, busca de donde sujetarse para no caer, ¡No encuentra un simple tubo en la puerta! Media zombi busca donde acomodarse y escucha la  voz del chofer o ayudante  que le repite, ¡Suba! ¡Suba! ¡Suba!, ¡Vaya para atrás! ¡Pasaje!.

Ya en el bus, escucha el perreo o reguetón o cualquier ritmo escandalosos con el volumen al máximo, sin derecho a pedir que lo baje. En medio de los empujones, tiene que sujetarse para no caer, cuidar su mochila, soportar el calor encerrado y hacerse el sordo para no estallar.

Continúa el paseo y ¡Saz! Enemigo a la vista. No importa si es de la misma compañía o no, da lo mismo, entra en disputa los próximos 0.30 centavos de un solitario pasajero,  sin un mínimo de respeto a la vida. Aplastar el acelerador y rebasar es un solo acto, y los pasajeros, con la adrenalina al máximo, pensamos si sería mejor caminar a pie con el riesgo de un asalto o si algún día sacaremos la lotería para adquirir un carro propio.

¿Paradas? ¡No señor! Eso era una promesa de elevación de pasaje. Hoy es normal recoger pasajeros en media cuadra, parar el bus a media vía para que se baje quien pueda con el riesgo de que otro vehículo o una moto atropellen al pobre mortal que está bajando.

¿Que iban a señalar las nuevas paradas? ¿En serio? Los vehículos particulares se estacionan justo al iniciar la parada. No se han construido plataformas para las personas de la tercera edad o con necesidades especiales. Ahí tienen que acomodarse como puedan, subir como se les cuadre su edad y circunstancia, subir en vehículos que ya no reciben en el transporte interprovincial, con una puerta estrecha de ingreso y con una altura de estribo de caballo.

En cualquier país desarrollado del mundo, hay una especial atención al transporte público, por muchas razones, entre ellas, por el ahorro de combustible que significa el transporte colectivo. Aquí, en nuestro sufrido y aguantador Ecuador, parece que hay un incentivo a comprar vehículos a millares surgir, aunque parezcan chatarras, pero la cosa es tener uno propio y no viajar en semejante paseo con la muerte.

Me pregunto finalmente ¿Cuál es el papel que juegan las autoridades locales? ¿Dónde están los señores de la EPMTT, o los señores de la Comisión de Tránsito? ¿Estarán  ocupados cobrando multas, persiguiendo infracciones, buscando la quinta pata al gato, cuando las cuatro se pueden teñir de rojo? ¿Es que no importa la vida de nuestro pueblo que trabaja día a día para sostener a los demás?  Por favor, quiero una respuesta.


VIAJE POR TRANSPORTE URBANO CON PAQUETE INCLUIDO

Si amaneció medio aburrido, con pocas ganas y tiene que ir a trabajar sin ánimos ni emoción, le aconsejo que se embarque en un paseo inolvidable, donde sentirá adrenalina pura y en más de una ocasión verá la muerte por delante.

Suba en un bus de transporte público, no importa el nombre de la empresa o cooperativa; abórdelo por ejemplo en la Vía Quevedo y Juan Montalvo  (me olvidé que le cambiaron de nombre), con las justas pone un pie en el estribo, busca de donde sujetarse para no caer, ¡No encuentra un simple tubo en la puerta! Media zombi busca donde acomodarse y escucha la  voz del chofer o ayudante  que le repite, ¡Suba! ¡Suba! ¡Suba!, ¡Vaya para atrás! ¡Pasaje!.

Ya en el bus, escucha el perreo o reguetón o cualquier ritmo escandalosos con el volumen al máximo, sin derecho a pedir que lo baje. En medio de los empujones, tiene que sujetarse para no caer, cuidar su mochila, soportar el calor encerrado y hacerse el sordo para no estallar.

Continúa el paseo y ¡Saz! Enemigo a la vista. No importa si es de la misma compañía o no, da lo mismo, entra en disputa los próximos 0.30 centavos de un solitario pasajero,  sin un mínimo de respeto a la vida. Aplastar el acelerador y rebasar es un solo acto, y los pasajeros, con la adrenalina al máximo, pensamos si sería mejor caminar a pie con el riesgo de un asalto o si algún día sacaremos la lotería para adquirir un carro propio.

¿Paradas? ¡No señor! Eso era una promesa de elevación de pasaje. Hoy es normal recoger pasajeros en media cuadra, parar el bus a media vía para que se baje quien pueda con el riesgo de que otro vehículo o una moto atropellen al pobre mortal que está bajando.

¿Que iban a señalar las nuevas paradas? ¿En serio? Los vehículos particulares se estacionan justo al iniciar la parada. No se han construido plataformas para las personas de la tercera edad o con necesidades especiales. Ahí tienen que acomodarse como puedan, subir como se les cuadre su edad y circunstancia, subir en vehículos que ya no reciben en el transporte interprovincial, con una puerta estrecha de ingreso y con una altura de estribo de caballo.

En cualquier país desarrollado del mundo, hay una especial atención al transporte público, por muchas razones, entre ellas, por el ahorro de combustible que significa el transporte colectivo. Aquí, en nuestro sufrido y aguantador Ecuador, parece que hay un incentivo a comprar vehículos a millares surgir, aunque parezcan chatarras, pero la cosa es tener uno propio y no viajar en semejante paseo con la muerte.

Me pregunto finalmente ¿Cuál es el papel que juegan las autoridades locales? ¿Dónde están los señores de la EPMTT, o los señores de la Comisión de Tránsito? ¿Estarán  ocupados cobrando multas, persiguiendo infracciones, buscando la quinta pata al gato, cuando las cuatro se pueden teñir de rojo? ¿Es que no importa la vida de nuestro pueblo que trabaja día a día para sostener a los demás?  Por favor, quiero una respuesta.